No. Prometo que este no es el mensaje subliminal de un secuestro ni de un intento de acoso. En serio. Pero sí es uno de los mensajes más sinceros que he escrito.
Dicho por pocos, las ganas de estar solo y las ganas de estar acompañado son las protagonistas de nuestras relaciones del día a día.
Siempre escuchamos que no podemos estar con alguien si no sabemos estar con nosotros mismos, pero nunca escuchamos que, para saber estar con nosotros mismos, necesitamos estar acompañados.
Toda persona feliz tiene momentos de soledad. Pero, seamos sinceros, ninguna persona en plena soledad es feliz.
¿Alguna vez te has preguntado por qué eres lo que eres? Cuando lo hago, mi respuesta es que es gracias a las personas con quienes he compartido.
Soy lo que soy por los escritores de los libros que he leído, por los directores de las películas que he visto, por los autores de las canciones que he escuchado.
Pero, sobretodo, soy lo que soy por todas las conversaciones que he tenido en mi vida. Véase a las conversaciones como cualquier gesto: desde un único hola hasta esas tres, 10 o 20 horas en el que mi mundo sólo era la persona con quien compartía.
Por eso, aprender a vivir en soledad no es suficiente. Aprender a vivir acompañado es más difícil y, a la vez, más gratificante.
No soy quién para obligarte a hacer algo que no te gustaría, pero si te veo sola o solo, prometo hablar contigo y permitirme definir quién soy gracias a ti. Espero que tú también tengas razones para permitirlo.